Así se vivió la entrega de la Medalla de Bellas Artes.

 El airoso escritor llegó con anticipación a la cita; quiso, se notaba, llegar a saludar a los asiduos lectores y seguidores que en el camino de sus 50 años de escritor se han ido sumando y que quisieron acompañarlo, compartió con todos esa grata sonrisa que adornaba su perfil y dejaba traslucir la satisfacción de la misión cumplida.

   Saludó cortésmente, aceptó que le tomaran fotografías “para el álbum de los recuerdos” aunque la verdad, estará más vivo en la memoria de todos y cada uno de los asistentes porque la ceremonia fue algo más que la recepción de una insignia, fue una entrega personal e íntima en la que nos deleitó con algunas cuantas experiencias relacionadas con el recinto y su entorno, además de algunas muy breves anécdotas como asiduo visitante al Palacio, en las que una vez más hizo gala de la agudeza intelectual que inunda sus textos y que vive eternamente provocada entre la literatura, el quehacer periodístico y la actividad académica.

   Quienes lo acompañaron a la mesa de recepción de la medalla, Jaime Labastida y Óscar de la Borbolla, también personajes distinguidos de la cultura nacional, enfatizaron su peculiar forma de relacionarse con las letras, con los lectores, con sus mentores, con sus iguales, consigo mismo y con sus opositores, a partir de su irreverencia en el caso de las letras, o de su postura ideológica, ligada a la izquierda comunista mexicana y que desde su origen fue recalcitrante; él nunca lo niega; incluso aceptó haber sido expulsado “más de dos veces” de aquellos círculos a los que señaló ácidamente el haberse olvidado de sus ideales.

   Fue así como René Avilés Fabila se dejó caer tanto en la provocación literaria y estética de Oscar de la Borbolla, como en la provocación política que le planteó Labastida Ochoa, para después declararse eterno amante de la literatura, así como visitante honorífico de esa "Catedral de la Cultura Mexicana" que es nuestro hermoso Palacio de Bellas Artes.

   Finalmente, recibió la brillante presea de manos de Rafael Tovar y de Teresa, presidente del CONACULTA, quien también enfatizó aspectos de su impecable trayectoria. René Avilés Fabila, con humor, felicidad y gratitud, prometió conservarla. Fue una experiencia inolvidable.

Con mucho gusto comparto  también este excelente texto.

http://www.cronica.com.mx/notas/2014/860116.html

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