“Las mujeres sólo tienen una labor en el deporte: coronar a los campeones con guirnaldas". Pierre de Coubertin, fundador del olimpismo.
Esta frase resumen muy bien la concepción que se ha tenido a lo largo de la historia sobre la mujer y el deporte, donde a consecuencia de los prejuicios y falsas consideraciones, ha prevalecido la opinión de que eran inferiores a los varones, de conductas dulces, débiles, pasivas y los hombres por el contrario, fuertes y agresivos .
Estas creencias están muy arraigadas en la sociedad hasta el punto de parecer naturales y han limitado y minusvalorado la actividad deportiva de la mujeres, durante mucho tiempo. Ya en la antigua Grecia, donde se crearon los juegos olímpicos, estaba prohibida la presencia de mujeres, y a finales de la edad media con el ideal de amor caballeresco, se crea el estereotipo de mujer delicada y bella, que ha prevalecido hasta nuestros días, siendo también el uso del corsé una dificultad más para realizar cualquier actividad deportiva.
De esta manera, tradicionalmente se han creado unos mitos que han frenado la participación de la mujer en el deporte, como que la práctica deportiva masculiniza a la mujer, el deporte es perjudicial para su salud, y que las mujeres no tienen ni interés, ni aptitudes para el deporte. Estas premisas se han dado por válidas y ha conformado la cosmovisión de la mujer para realizar cualquier actividad deportiva.
En 1896 tuvieron lugar en Atenas, los primeros juegos Olímpicos de la era moderna, y no fue hasta 1900 en los juegos de París y debido a la presión internacional, cuando su fundador, Pierre de Coubertin, opuesto a la participación de las mujeres en cualquier disciplina, al igual que la Federación Internacional de atletismo, accedieran y admitieran a las primeras mujeres olímpicas en las modalidades de tenis y golf.
El movimiento deportivo femenino, encontró en la francesa Alice Melliat-excelente deportista de remo y primer mujer en obtener un diploma en remeros de larga distancia- una abanderada en la defensa de la igualdad de la mujer en el deporte, creando en 1921 la Federación Internacional Deportiva Femenina(FSFI), y se convierte en un azote para Coubertin, exigiendo la incorporación masiva de la mujer a la IAFF-Asociación Internacional de Federaciones de Ateltismo- y ante su negativa, organiza los primeros Juegos Mundiales Femeninos en 1922 en París. Esta organización internacional deportiva femenina se disolverá en 1938, pues paulatinamente las pruebas femeninas se fueron incorporando en los Juegos Olímpicos y el atletismo femenino se integraría en la IAFF.
La imagen de un comisario en plena carrera de Boston en 1967 intentando dejar fuera de la competición a una mujer, captada por el fotógrafo Harry Trask, se ha convertido en todo un símbolo en la lucha por los derechos y libertades de la mujer en el deporte. La atleta era Katherine Switzer, que con 20 años, decidió correr el maratón de Boston, inscribiéndose como KV Switzer con el dorsal 261,a pesar de que en ese tiempo, las mujeres no tenían derecho a participar en carreras de larga distancia. Después del forcejeo, se pudo zafar del comisario, con ayuda de su novio que corría a su lado, pudiendo terminar la carrera y su repercusión fue tal, que su dorsal quedaría como un icono en el atletismo femenino, y como símbolo de superación y coraje. Cinco años más tardes las mujeres pudieron competir sin esconderse y fue todo un hito histórico.
Aunque se han conseguido muchos avances en el ámbito deportivo, el camino por recorrer hacia la igualdad entre hombres y mujeres plantea muchos retos. La presencia de las mujeres en el mundo del deporte es un hecho innegable, pero se trata más bien de un problema de consideración social y de falta de igualdad para el acceso al deporte de alto nivel y para llegar a las altas esferas del deporte. Ésto se ve reflejado en las diferencias respecto al refuerzo social y económico, con descomunales desigualdades salariales entre hombres y mujeres y en la escasez de modelos femeninos, considerando a los deportes practicados por ellas, como “no profesionales”.
Otro problema es la falta de medios financieros de los clubs femeninos, ya que pocos patrocinadores quieren apostar para promocionar a estos equipos, así como las menores subvenciones que los organismos públicos otorgan a estos clubes.
El deporte femenino tiene muy poca visibilidad, y hay una falta de presencia mediática. Aunque tenga los mismos resultados que el deporte masculino- o incluso más- no se le reserva el mismo espacio en las retrasmisiones. Se puede decir que “ver únicamente deportes masculinos es difundir en el seno de la sociedad y de las mentalidades la idea del que el deporte es una actividad masculina”.
Por otro lado la presencia de las mujeres en la dirección, organización y gestión del deporte es prácticamente nula. La mayoría de los puestos de responsabilidad y de gestión están en manos de los hombres, por lo que hacen falta medidas que faciliten, no sólo la participación de la mujer en el deporte, sino también en la toma de decisiones.
Se hace necesario a su vez, trabajar en diferentes vertientes para poder alcanzar la igualdad en el deporte, siendo el ámbito educativo indispensable para promover y sensibilizar, la incorporación de las mujeres al ejercicio físico con los mismos derechos y oportunidades que los hombres.
Fuentes consultadas:
- Los primeros Estados Generales del deporte femenino colectivo o cuando un club francés se compromete con la causa del deporte femenino. Agathe Ripoche.
- Mujeres que abren camino en el deporte: factores influyentes en las situaciones de igualdad y discriminación. Beatriz Gallego Noche. Araceli Estebaranz García. Universidad de Sevilla.
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