La solidaridad es un valor profundo inscrito en el alma de Chile. Nos habla de una comunidad de personas que cree en los demás, que entiende que ser una nación es más que vivir bajo una misma bandera, es ser un país de hermanos.
En cada mes de agosto recordamos al padre Alberto Hurtado, a quien su amor por Jesús lo llevó a entregarse a los pobres, a los jóvenes, a comprometerse con la tarea de ser profeta de la justicia.
La sociedad ha buscado una mayor libertad, alta competitividad social, que de alguna manera ha ido dejando de lado el carácter solidario, por ende, se va produciendo un rompimiento de los lazos sociales. Un gesto o una palabra pueden cambiar la situación que estamos viviendo .
Puede ser fácil dejar todo como está, algunos piensan que es la ley de la vida, otros simplemente dicen es su karma, pero algunos con más altura de mira creen que es para cambiar el sistema de vida de las personas.
La solidaridad va más allá de dar una moneda, es ayudar con el corazón.
Ver un grupo de pequeños en situación de calle, en riesgo social, con una alegría inmensa porque le dedicas un par de horas a la semana para jugar y entregarles cariño y apoyo, es uno de los momentos más profundos de la vida, porque realizando pequeños gestos que para algunos puede ser banal, para otros puede ser un cambio de vida y de pensamiento.
La solidaridad no se alcanza por medio de la investigación, sino por medio de la imaginación.
Ver a los extraños como compañeros en el sufrimiento.
No se descubre, sino se crea, por medio de la reflexión.
Se crea incrementando nuestra sensibilidad a los detalles particulares del dolor y de la humillación de seres humanos distintos, desconocidos para nosotros.
En mi utopía más solidaridad en el mundo, significa mayor felicidad en nuestra alma.
Mónica Díaz Montoya
Trabajo Social
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