¿A qué país regreso? ... me preguntó una amiga que salió 6 años a vivir a Brasilia y acaba de retornar

Hana querida: Regresas a tu país sirena, acinturado en Trópico de Cáncer. Regresas a vivir por debajo de su ombligo, a una cada vez más Morena inDeFectible capital.

Vienes a otra latitud del mismo Oriente en Occidente –en alusión a Edward Said—del continente inventado por Colón.

Pisas territorio minado muy conocido por ti. Si no hubiera tiempo para que mañana explicaras, este ahorita, a un extranjero, recomiendo solamente multipliques todo lo que sabes por mil.

Hoy uno deja de ver la primera temporada de Narcos, que narra hechos reales de hace 20 años en Colombia, por lo difícil del espejeo.

            Hoy todas las esperanzas verbalizables parecen divertidas descripciones de Memes.

            Verás que la mitad de tus conocencias está en la Renata y la otra mitad piensa que le quieres vender algo.

Que nuestras otras amistades te den citas, cifras o datos duros. Yo te pinto solamente algunas notas de color.

Esto dijo un poderoso dueño de medios a un amigo. Éste le preguntó por qué si durante los dos sexenios pasados había recibido más dinero que nunca ahora apoyaba al gobierno en turno. El empresario respondió: “es muy fácil. Hoy sé con certeza que llegará el ingreso si me porto bien o que dejará de fluir si me porto mal. Antes, no tenía la menor idea”.

Cito a otro amigo periodista; hoy en día no existe prácticamente opinador editorialista que, a pesar de reconocer que el medio para el que trabaja sea verificablemente corrupto, de línea, pagado, antiperiodístico, no esgrima; “es que a mí nunca me han censurado”.

 Respecto de la moneda, por primera vez la clase sándwich pequeñoburguesa piensa si podrá ir de nuevo a los Estados Unidos o si regresará a Europa. Los rumores de nuestra deuda interna, aunque nadie entienda de macroeconomía, se meten como posibilidad de cáncer en la piel de todos. En redes prende como cerillo igualmente la fórmula uno, las familias disfrazadas de calaverita o la ley Fayad y el impuesto que aqueja a nuestro corazón refrescolero.

Que no te digan que Televisa se vuelve todopoderosa; ya lo es. Que no te quieran convencer que los priístas se mueven cual logia templaria; es completamente cierto.

O estás en favor de la despenalización de la marigüana o estás contra ella; o marchas queriendo vivos a los ‘todoelmundosabe’ 43 muertos de Ayotzinapa o eres parte de la mafia que los mató. Lo único cierto es que se va desmontando la pensabilidad de los matices, del intersticio, del gris degradado que ¡hombre, hasta el Guernica tiene!

Sin embargo yo, como dirían algunos psicoanalistas silvestres, desplazo mis afectos y mi actualidad venturosa. Hallo en el contexto solamente porvenir. 

Encuentro gracia en la desgracia menor provocada por el Huracán Patricia (que por cierto a muchos males los han ido bautizando con nombre de mujer); veo en el toqueteo ominoso a Tania Reza, chance de hacer visible la posibilidad de que eso se haga visible; leo de buenas la paridad política que tu ayudaste a concretar; creo en la máxima spinozista siguiente: “El espacio de la crisis es la condición ontológica de un proyecto de transformación; el límite se atiene al infinito como condición de liberación.”

Todo, sin estulta ingenuidad; sin pensar –vuelvo a Spinoza— “que los responsables de la cosa pública puedan comportarse según el dictamen exclusivo de la razón”, es decir, sin sumirme de lleno “en el mundo de las fábulas.”

Así me declaro ahora, intentando convocarte al club, fedayina de la causa media; suscriptora de las otras miradas; enemiga de la visión bipolar y de las teologías políticas. Creo firmemente estamos ante la más interesante etapa de este México en los últimos 30 años. Capítulo forzosamente creativo, punto de quiebre que nos deja sin opciones más allá de trabajar por algo, sencillamente, mejor. 

                                                             México, D.F., a 4 de noviembre de 2015

                                                             Ana Cecilia Terrazas

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