A mis maestros duros.
Cuando una recuerda con gratitud, vienen a la mente los maestros de uno o dos años escolares que nos hicieron mella. Hoy voy con toda mi gratitud por los otros.
Mi padre…. Siempre duro, siempre congruente.
A mi madre, rebelde, progresista… tradicional envolviéndose en huevo porque ella era “la buena”, pero si yo patinaba… se enojaba conmigo.
Al padre de mis hijos: como es él y con todo y sus promesas, sin lograr entender siquiera.
A mis hijos: ufff! Me llevaron más allá de cualquier límite que yo viera venir. Tardé en entenderles, pero al fin.
A la jefa de mi taller, que me enseñó a ir más allá aunque sea a jalones.
A mis cercanas amigas, que estando cerca me hacen pensar aún cuando la cucharada sabe feo.
A mis conocidas de lejos, que me han hecho entender que no todas me importan, y no es manda que les procure.
A quién me buscó, me encontró y un día corrió sin decir ni “esta boca es mía”. Yo tan llena de palabras, topé con muro.
Todos estos maestros me han enseñado más que lo que se aprende en una escuela. A todos, gracias, aunque no se dieran cuenta!
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