3 de julio de 1955.
Por primera vez en la historia de México, las mujeres acudieron a las urnas para votar en una elección federal. Apenas dos años antes, en 1953, se había reformado la Constitución para reconocer su derecho al voto y a ser electas.
No fue un regalo. Fue una conquista.
Una por la que lucharon generaciones de mujeres que sabían que tener voz en la vida pública no era un lujo, sino una necesidad.
Hoy, 70 años después, muchas veces damos por hecho lo que costó tanto conseguir.
Y sin embargo, ejercer ese derecho —con todo lo que implica— sigue siendo una tarea pendiente.
Porque votar no es lo único que importa.
Participar es mucho más que acudir a una urna.
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