Me rompí

En los últimos dos años he tenido dos cirugías -una de cadera derecha y una reconstrucción de unas vértebras y un disco en la columna. Así que ahora convivo con una prótesis de cadera y 6 tornillos de titanio y un disco de “algo” que sustituye al que dejó de ser útil.

Después de muchos diagnósticos, exámenes, estudios, opiniones etc la única respuesta fue: hay que operar. Uno nunca sabe cómo va a salir de una cirugía o si va a salir; simplemente cuando ves ya estás en la plancha completamente vulnerable con un grupo de médicos que te juran que estás en las mejores manos y que te “cuidarán”.

Después de la segunda cirugía, es cuando en mi resonó con claridad y encontró sentido la palabra “rota”. Debo confesar que siempre la había escuchado con cierto desdén, ese concepto no iba conmigo, desde niña siempre tuve que moverme para sentir que “estaba”, después empecé a ejercitarme de forma sistemática, ya en la edad adulta seguí con cierta obsesión, rutinas de ejercicio -antes de la pandemia y con mis 55 años empecé crossfit. Terminó el confinamiento y regresé al gym. A las mujeres de mi edad que hacían “zumba” o yoga las miraba con la ceja levantada. Todo acompañado de dietas súper rigurosas -cero azucares, carbohidratos etc- seguía al pie de la letra y de forma estricta las indicaciones nutricionales. Además de una carga de trabajo docente considerable, siempre exigiendo a mi cuerpo y mi mente “el hacerlo bien, perfecto, si no, mejor no lo hagas Gabriela”. Dedicando horas a la rutina de ejercicio, al tanto siempre de cargar más, esforzarme más. Al pendiente de cada gramo de grasa perdido y cada porcentaje de masa muscular ganado.

Sin embargo, después del 18 de julio, en el proceso de recuperación de la cirugía de columna llegué a la conclusión de que me rompí -literal y figurativamente. Todo ha tenido que ver con motricidad, y la vida me ha frenado en dos ocasiones, esta última con más fuerza. Entonces la palabra que tanto desdén causaba en mi empieza a tener sentido. Tengo la imagen de los pedacitos de Gabriela tirados por todas partes y se que la tengo que “pegar” de nuevo, el tema es que ya no la quiero pegar como estaba, creo que es momento de aprender a pegarla de otra manera para que de ese tiradero surja algo fortalecido física y emocionalmente. Dejar de lado la violencia con la que me he tratado -no se desde cuándo- para que la mujer de 63 años aprenda a convivir con ella misma, que se habite a sí misma, que deje ese “performance” de la mujer fuerte y de lugar a la Gabriela más auténtica, que ya no necesita un escudo, ni demostrar su fuerza física y emocional.
Para mi que he dedicado 30 años de mi vida a la docencia, la palabra aprender tiene un peso y un significado importante, siempre he estudiado para aprender y educar. Ahora me toca aprender a resignificarme ¿cómo no se? Estoy en el proceso...

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