El número cada vez más alto de investigaciones científicas sobre el efecto que la gratitud y la oración tienen en la salud física y mental, en la integración social y en la disminución del estrés, es algo que llama la atención de muchos profesionales de la salud.

Hace algunos años, este tema también despertó mi interés. Cuando empecé a estudiar el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, de Mary Baker Eddy, comprendí que la práctica de la gratitud a Dios es equivalente a la oración práctica. El primer capítulo de ese libro presenta ideas sobre la finalidad de la oración y propone la reflexión sobre el propósito individual de conocer nuestra relación con Dios: “Lo que más necesitamos es la oración del deseo ferviente de crecer en gracia, expresada en paciencia, mansedumbre, amor y buenas obras… El mundo tiene que crecer hasta la comprensión espiritual de la oración”.

Eso quiere decir que cada uno de nosotros puede alcanzar un nivel más espiritualizado de oración. Por ejemplo, en una ocasión, en mi recorrido diario, yo necesitaba cruzar en auto una avenida de doble sentido y de mucho movimiento, y el semáforo que dirigía ese tránsito quedaba lejos del punto en que me encontraba. Yo sabía que necesitaba tener mucha paciencia, y por eso empecé a pensar en la presencia de Dios como protector y guía, sabiendo que siempre hay un momento apropiado para nuestras acciones, aun en medio del tránsito.

Cuando miré hacia un lado, vi una escena que despertó mi curiosidad. Tres personas estaban frente a un muro y una de ellas llevaba en brazos a un niño pequeño. Me sentí agradecida por el tiempo que tenía para observar y entender lo que pasaba. Una mujer lloraba compulsivamente y dos hombres estaban tratando de ampararla. Mi corazón se llenó de amor hacia ellos y oré. Puse en práctica lo que aprendí en el capítulo “La Oración”, del libro Ciencia y Salud, con la comprensión de que Dios es Amor y está siempre presente, por eso Él se estaba comunicando con cada uno de Sushijos, destruyendo todo el sufrimiento que parecía existir entre aquellas personas.

Muy pronto, la mujer siguió adelante, empezaron a caminar juntos y entraron en un auto. El tiempo que me quedé allí orando por esas personas tuvo mucho sentido para mí, aunque ellos jamás se enteraron de que una persona desconocida había orado por ellos. Entendí que podía utilizar aquel momento todos los días para orar por la comunidad y por todos los que se cruzaban en mi camino. En consecuencia, me resultó cada vez más fácil cruzar aquella avenida y yo extendí mi sentimiento de amor por la humanidad.

 

El sentimiento de gratitud y el amor que sentí por medio de la oración, eliminaron el peso del estrés que me producía el tránsito y la escena de tristeza de aquellas personas. Mi deseo sincero de poner en práctica lo que había aprendido, ¡funcionó! Me di cuenta de que realmente “los hechos expresan más gratitud que las palabras”.

 

Ana Carla Vicencio es Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana para Brasil y escribe reflexiones sobre la espiritualidad, la salud y el bienestar. Email: Brasil@compub.org Twitter: @AnaCVicencio

 

Publicado originalmente en el Jornal O Debate, @jornalodebate

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