Sobre presidentes feministas y presidentes machos

El machismo mata. Así de claro y que no haya confusiones.

El machismo tampoco es “igual al feminismo, pero al revés”. No. No se equivoquen. El feminismo defiende los derechos de las mujeres y de las personas, busca la igualdad y el respeto y no se propone destruir a los hombres ni a lo diverso.

Al machismo hay que erradicarlo de manera contundente: hay que reconocerlo, nombrarlo (lo que no se nombra no existe), señalarlo, visibilizarlo para acabar con él. Hay que denunciarlo y señalarlo.

Hoy el mundo necesita que la realidad se comprenda, entienda y visualice desde la mirada feminista. ¿Por qué? Por una simple y sencilla razón: las mujeres representamos a la mitad de la población del planeta (en algunos países somos el 51% o 52%) y, sin embargo, seguimos siendo tratadas como minoría y prevalecen condiciones en el mundo que nos ponen en condiciones de vulnerabilidad, una de ellas es -sin lugar a dudas- la violencia de género estructural, cultural e institucional que nos rodea.

Para algunas personas ser feminista se ha convertido en una moda y no se atreven a decir lo contrario porque es políticamente incorrecto, para otras es una convicción. Los hechos son los que demuestran el grado de compromiso real con la igualdad y defensa de los derechos de las mujeres, no sólo las palabras y los discursos.

Ha resultado inspirador encontrar presidentes y primeros ministros en el mundo que se han comprometido de frente y sin temor con la agenda feminista y con sus principios. Uno de ellos es Justin Trudeau, primer ministro canadiense. ““Sí, absolutamente, soy feminista. Porque un feminista es alguien que cree que los hombres y las mujeres deben ser iguales y que cree que hay mucho trabajo por hacer para llegar ahí”, señaló en entrevista hace unos meses y lo ha dicho desde que inició su gobierno en 2015. Sus hechos han ido más allá de las palabras: nombró un gabinete paritario en cuanto llegó al poder (no sólo paritario sino diverso, que incluyó a representantes de grupos indigenas, diversas generaciones, etcétera). También estableció un beneficio para la licencia parental en caso de que madre y padre decidan tomarla a través del cual se les brinda un seguro de trabajo por cinco semanas para ejercerlo, entre otras acciones. Un gran pendiente en la agenda por la igualdad en su país es la falta de una Ley contra la violencia de género, Trudeau promovió en 2015 también una estrategia para prevenir y combatir la violencia de género, con un presupuesto de 111 millones de dólares canadienses y la creación de una Comisión para investigar la violencia contra las mujeres indígenas, que son quienes la viven de manera más intensa allá.

En España, el presidente del Gobierno Español, Pedro Sánchez, nombró un gabinete constituido en su mayoría por mujeres por vez primera en la historia del país. Una de sus primeras acciones de gobierno fue promulgar un “Real Decreto, de medidas urgentes para el desarrollo del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, que modificaba la Ley de Bases del Régimen Local, la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género y el Código Civil”. Entre otras cosas, las víctimas de violencia de género dejan de tener la obligación de declarar en contra de sus agresores para poder recibir protección jurídica y social.

En ambos casos quedan claras dos cosas: 1. Un reconocimiento a la importancia de la agenda por la igualdad y los derechos de las mujeres como elemento vital de la política y el desarrollo del país; 2. Un reconocimiento explícito a la necesidad de atender un problema urgente que trasciende las fronteras del mundo y se vive en todos los países: la violencia de género.

Cuando ponemos la mirada en México, los hechos resultan preocupantes porque el presidente del país, Andrés Manuel López Obrador ha demostrado dos cosas: 1. Desconocimiento y desprecio por la agenda de los derechos humanos de las mujeres en México y el mundo; 2. Que está dispuesto a fortalecer el machismo desde las instituciones. Parecía que al nombrar un gabinete paritario se comprometía con la agenda por los derechos de las mujeres, sus acciones dan cuenta de otra cosa.

Cuando Jorge Ramos le preguntó en campaña si era feminista, su respuesta fue “Soy respetuoso de las mujeres, las mujeres merecen ir al cielo”. Tal parece que ahí es donde nos quiere, no caminando ni ocupando un lugar en la tierra. La decisión que ha tomado de no dar recursos, que ya están etiquetados, a los refugios para mujeres que viven violencia y dar el dinero directo a las mujeres violentadas es una muestra clara no sólo de la nula importancia y el absoluto desconocimiento que esta realidad le merece como jefe de Estado, sino del desprecio que siente por el 51% de las personas que vivimos en este país. ¿Cómo serán atendidas estas mujeres? Es la pregunta que le han hecho en sus conferencias matutinas y su respuesta ha sido “estamos evaluando”. ¿Qué hay que evaluar, me pregunto, cuando los refugios han demostrado que tienen la experiencia, han dado los resultados y son un espacio de seguridad para quienes requieren sus servicios? Mientras él evalúa, siguen habiendo 9 feminicidios diarios en el país.

El machismo y la violencia contra las mujeres afecta a la sociedad en su conjunto. En México, de acuerdo con un estudio del PUEG (Programa Universitario de Estudios de Género) de la UNAM y la CONAVIM (Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres), la violencia contra las mujeres en 2015 costó al país 1.4% del PIB, lo que en términos absolutos representa 245 mil 118 millones 266 mil 538 pesos.

No es normal que México tenga uno de los índices más altos de feminicidios en el mundo y que sea uno de los 25 peores países para vivir como mujer. Por cierto, 14 de esos 25 están en América Latina. No es normal que a partir de los 15 años, 66% de las mexicanas hayan enfrentando al menos un incidente de violencia por parte de cualquier agresor alguna vez en su vida, que 43.9% de las mujeres hayan vivido violencia por parte de su actual o última pareja, esposo o novio a lo largo de su relación, y que 1 de cada 3 mujeres haya experimentado algún tipo de violencia sexual en los espacios públicos (Datos INEGI, ENDIREH, 18 de agosto 2017). ¡1 de cada 3!

En el contexto de violencia machista que priva en el país, con el riesgo que el crimen organizado representa para las mujeres, la trata de personas y niñas y niños, no apoyar a los refugios que se dedican a dar apoyo profesional a mujeres que han vivido violencia extrema, junto con sus hijas e hijos y cuyas vidas están en riesgo, es una forma de ejercer la violencia. El machismo, como lo dije, mata, y el presidente está enviando a estas mujeres y sus familias a un paso del feminicidio y a manos del crimen organizado.

Ojalá que recapacite y se reúna, como llevan días solicitándole por diversas vías, a las representantes de la Red Nacional de Refugios para que le expliquen lo que hacen desde hace muchos años y el riesgo que implica para las mujeres violentadas la forma en la que el gobierno piensa ayudarlas. Darles dinero directamente y cerrarles la puerta al los refugios que las reciben y protegen no, NO, es solución y de hecho, aumenta el problema.

Sería lamentable que no reconsiderara esta decisión.

Lo que menos necesitamos las mexicanas es a un presidente que institucionalice el machismo como eje transversal de la política pública.

#Vivasnosqueremos

#RefugiosparalasMujeres

 

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