El bumerang

Muchas veces hemos escuchado que eso que se suelta en la vida, regresará en algún momento como bumerang. Así tratamos de detener la lengua, de no hacer daño, de no destilar mala uva porque tarde o temprano nos tomará desprevenidas el guamazo en la nuca de revire.

Cuando una está cabreada, la sabiduría no hace mella… tsss, ni qué hacer.

Pero hoy quiero contar eso que sucede cuando lo hecho regresa bonito.

Aprendemos pronto cuando incurrimos en maternidad, que la faena es de largo aliento. Que veremos resultados dentro de veinte o treinta años. Una batalla sigue a la otra. Cuando pensamos que ya le vamos agarrando el modo a un hijo, todo cambia. Es un reto permanente: nunca nos logramos aplacar porque mañana, seguro; habrá novedades que nos desconcierten.

Va. Así lo encajamos.

Brinco p’atrás. En la asamblea de sexto de primaria de mi primogénito, el tema eran los sueños. Sin el texto en mano cito de memoria (algún mes de este año): Palacio de las Bellas Artes. Estreno mundial de la sinfonía del maestro Eugenio Casillas. Estoy nervioso, mis papás están en el auditorio…”

El veinte de septiembre el cuarteto latinoamericano de cuerdas estrenó una composición de esa criatura… ¡de mi criatura!

¿Y qué sucede dentro de una cuando un hijo cristaliza un sueño? Uy.

Punto y aparte para pensar…

Al asomarme adentro, no es la primera noticia que tengo de que estaba caminando bien. Tampoco es el primer aviso para él. Es que nuestros ritos tienen peso.

La vida me sorprende desde donde no lo esperaba. No porque dudara de los alcances de mi hijo, sino porque me había acostumbrado a recibir sólo golpes en la nuca.

 

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