Mi artículo en Excélsior:

MÁS SALUD MEJOR QUE TRENES

Cecilia Soto

 

Ya es sabido que nuestro país no cumplirá con la Meta del Milenio en reducción de mortalidad materna: estamos arriba de los 24 casos por 100 mil nacimientos prometidos. Y también sabemos que hemos incubado una epidemia de obesidad infantil y adulta que ha disparado los casos presentes y futuros de diabetes e hipertensión. Y ante esas expectativas el gobierno había decidido construir trenes cuyo impacto en la actividad económica era dudoso y, de facto, entregar una porción importante de los servicios de medicina ambulatoria a la red privada de consultorios adyacentes a farmacias. La caída en los precios del petróleo obliga a un saludable examen de prioridades y la salud es una de ellas.

 

A estas alturas es posible que la red privada de consultorios médicos adyacentes a farmacias –gran idea del Víctor González Torres, el Doctor Simi- ya haya alcanzado o quizá superado el número de consultas diarias de primer nivel realizadas en el IMSS. A mediados del año pasado en el Seguro Social se consultaban a 290 mil pacientes diarios mientras que en los consultorios adyacentes se extendían recetas a unos 250 mil pacientes,  triplicando también el número total de consultas del ISSSTE. En total, según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012, los consultorios adyacentes atendían al 16 por ciento nacional de consultas ambulatorias.

 

El crecimiento explosivo de estos consultorios demuestra que no había  --y no hay-- un acceso real y oportuno a la medicina pública para millones de mexicanos pues la misma encuesta encuentra que 79 por ciento del gasto total en medicamentos lo realizan los particulares, a pesar de que 30  por ciento están afiliados a la seguridad social y 39.2 por ciento al Seguro Popular. La perspectiva de perder una mañana de trabajo para agendar una consulta, esperar una hora o más, no recibir un trato amable y además  enterarse de que no hay medicinas, ha hecho muy atractiva la opción de los consultorios adyacentes a las farmacias: por 30 o 50 pesos o incluso gratis se puede tener acceso a un médico y obtener una receta. La gente termina gastando más en medicinas que en la seguridad social pero menos que en los consultorios privados y sobre todo con acceso rápido y expedito a un profesional médico, algo importante para la mayoría de los usuarios, constituida por pacientes jóvenes.

 

Por otra parte, es muy posible que en estos consultorios se recomienden demasiados medicamentos  pues el hecho de que el patrón de los médicos sea el dueño de la farmacia y ésta esté “adyacente”, incentive a extender recetas con tres o más medicamentos. A diferencia de la medicina pública, en donde se construye un expediente médico riguroso que permite darle seguimiento al paciente; esto no es posible en los consultorios adyacentes donde apenas acaba de regularse la necesidad de abrir un expediente a cada paciente pero no se comparten entre todos los consultorios de las distintas cadenas de farmacias que compiten por este nuevo nicho de mercado de 9 mil millones de pesos anuales.

 

El INSP publicó en 2014 los resultados de una investigación sobre servicios estatales de salud, especialmente los de primer contacto con el paciente. Una de las quejas generalizadas fue la de verse obligados a hacer responsables  a pasantes de medicina de las Unidades de Atención Ambulatoria, sin la supervisión efectiva de un médico con experiencia. Este problema –la falta de personal médico experimentado en las áreas rurales-- seguramente se ha venido agravando precisamente por el crecimiento explosivo de los consultorios mencionados que emplean a unos 35 mil médicos titulados. Especialmente en las áreas donde la población es más vulnerable por la pobreza y la lejanía de los servicios no hay personal médico suficiente.

 

Otro hallazgo preocupante fue la brecha entre las soluciones ofrecidas por el amplio número de profesionales estatales de la salud consultados y la seguridad de que “no son factibles porque nunca hay presupuesto”. Casi como condicionamiento pavloviano, los responsables de salud pública hacían ver que aunque se requiera más infraestructura “mejor no construir más Unidades de Atención Ambulatorias sino equipar mejor las que existen”. Una encuesta de 2007 encontró que una tercera parte de estas pequeñas clínicas no tenía acceso a agua entubada o a la red de drenaje, no eran del tamaño adecuado  además de carecer de equipamiento mínimo y de suficientes medicinas.

 

La infraestructura de la medicina ambulatoria no es atractiva para gobernadores o aspirantes a una carrera política: prefieren inaugurar grandes hospitales (o trenes espectaculares)  y no aquella pequeña clínica en el barrio o en el medio rural. Las lecciones del exitoso experimento de los consultorios adyacentes a farmacias están a la vista y hay que aprovecharlas: mayor capilaridad a la medicina social y la mayor prioridad a esta deuda con los mexicanos. Nos encontramos en twitter: @ceciliasotog

 

 

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Comentario

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Comentario de Marcela Gonzalez Chao el febrero 17, 2015 a las 4:24pm

Cecilia

Que gusto encontrarte fui alguin que votó por ti y luego no supe que pasó. Dónde estás ahora?

Que buen artículo, coincido contigo, soy Directora de una fundación y es una constante la falta de acceso a la salud por grupos marginados y no se tienen agallas para resolverlo.

Este ejemplo de atención de las farmacias, que también tiene su propia fundación hace una extraordinaria labor

amén de un muy buen negocio. No tiene nada que ver uno con otro, considero que la gente que ve las oportunidades y además hace una labor de acercamiento a la salud tiene un valor.

Inclusive hoy día no la clase media compramos en esas farmacias, ya que es un robo a mano armada las medicinas de patente.

un gran abrazo, y te seguiré en twiter

Marcela

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