A las mujeres más privilegiadas se nos invitó a participar en la vida con solo medio boleto. Pero a millones de nosotras, se les negó cualquier oportunidad de hacerlo valer.
Por más de la mitad de mi vida caminé, compartí y sonreí por los barrios, por la escuela, entre amigas, e incluso en movimientos sociales y políticos sin distinguir que la valía de mi participación estaba a la mitad.
Claro, no es fácil distinguirlo, algunas mujeres en nuestro privilegio de tener educación y acceso a oportunidades de desarrollo, repetimos paradigmas sonriendo. Honramos con orgullo la vida de las abuelas, de nuestras madres, aprendemos a reproducir roles, a asumir responsabilidades dadas, realizar dobles jornadas como un hábito. ¿Es o no lo que se tiene que hacer? Así se hace, así se ha hecho siempre.
Tuve que conocer personalmente las entrañas de las desigualdades, la pobreza extrema, la violencia contra las mujeres; ese infierno que viven millones de mujeres en el mundo, quienes lo viven en mi Estado fueron solo parte de una muestra.
La vida me dio un gran regalo, poder desarrollarme en áreas que buscan y promueven la igualdad. He participado activamente en la prevención, la atención y erradicación de la violencia contra las mujeres, y he conocido desde las distintas especialidades lo complicado que es avanzar en aras de la igualdad.
Nos venden igualdad en todos los medios de comunicación, y la política ha adoptado a bien el discurso. Sin embargo, es mucho lo que falta por avanzar.
Por ello, cada 8 de marzo se conmemora el día de la mujer, como resultado de muchas luchas, muchas muertes y muchos corazones que han aportado a la sociedad un cambio generacional en beneficio del progreso y la paz.
Aun nos hace falta alcanzar el goce de derechos sustantivos, los derechos que puestos en la práctica no cuestionen a una mujer por usar un vestido, por coquetear o ser novia de quien fue su violador.
Tener un día de las mujeres no es un privilegio, no se trata de un festejo por vestir de rosa desde la niñez, por usar zapatillas o saber cocinar; es el día en el que las naciones se unen y voltean a sus Estados para poner el dedo en la llaga, y solicitar se revisen todas las políticas discriminatorias contra las mujeres que marcan la desigualdad y la violencia en su población.
Promover la igualdad de derechos entre personas, independientemente de su género, no debe ser solo asunto de mujeres. La humanidad requiere un verdadero equilibrio. Solo accionando sus dos alas, la del hombre, y la de la mujer, a la misma altura, con la misma fuerza, con un aleteo sincronizado; solo así se podrá volar a la libertad. Todos los días se construye.

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