El lunes tome la línea amarilla  del metro en la estación de  Herald Square en la calle 34 con dirección a Astoria y estaba lleno de gente. Tenía esperanza de que iba a encontrar un asiento en el vagón en el que viajaba hacia el vecino condado de Queens. No quería pasarme alrededor de 30 minutos en el viaje de pie, teniendo cuidado de no empujar o pisar a nadie ya que el vagón estaba repleto. Había tenido un día pesado en el trabajo y la humedad que reinaba en la ciudad me había terminado por cansar y hasta cierto punto, desesperar.

Conforme íbamos pasando estaciones, mi esperanza  seguía viva. Esperaba a que se vaciara algún asiento. Por el contrario, más gente se subía en cada estación, los empujones involuntarios habían comenzado y me empezaba a sentir abrumada por tener tanta gente alrededor.  Había turistas, madres de familia cuidando a sus niños, gente que como yo, iba del trabajo a sus casas, luego una chica se puso sus audífonos y empezó a cantar una canción fuertemente. Tal vez buscaba relajarse y era su manera de hacerlo. Tal vez era la forma de ser resiliente ante la situación del tren congestionado. En la banca de enfrente, una mamá con sus tres niños trataba de calmarlos a todos, interactuaba particularmente con el más pequeño para tratar de calmarlo ya que rompía en llanto. El señor que iba a un lado mío usaba un traje azul marino muy al estilo italiano y estaba intentando quitarse la corbata, pero el poco espacio  y la cercanía con la gente no le permitía mover sus brazos.. El chico que estaba a mi lado derecho usaba unos pantaloncillos cortos y estaba jugando video juegos en su celular, se le veía relajado y ausente de la situación en el vagón.  

Sin querer ya había salido de mi misma, y había comenzado a observar a los demás pasajeros que como yo, estaban en el mismo tren. Estaba poniendo en práctica lo que tanto me decía mi papá cuando de chica y yo no entendía, cada cabeza es un mundo.

Todos tenemos diferentes maneras de reaccionar ante un estímulo. No les estoy contando nada nuevo y creo que una psicóloga puede explicar mejor las diferencias de comportamiento entre cada personalidad. Lo que les  quiero compartir, es  la manera en cómo la gente interactúa en esta gran manzana en la transportación pública. El metro de Nueva York es una experiencia que debe formar parte de tu itinerario de viaje y vida si transitas por esta ciudad. Observar a cada persona que vive o visita la ciudad en el metro es incluso inspiración de obras artísticas que son colgadas en los vagones del metro. Les comparto algunas:

 

Art Card MTA NYC Subway 2014 by kimrosen
Poster on the New York Subway by sophieblackall
Poster on the New York Subway by sophieblackall

¿Cómo transformé una experiencia de ansiedad y desesperación en el metro y termine sugiriendo que lo visitaran como parte de su itinerario de viaje?

Todo cambió cuando deje de escribirles de mi propio sentir para salir de mi  ego. Cuando en vez de hablarles del yo empecé a platicarles del nosotros, los pasajeros del metro de Nueva York. Con nuestras distintas culturas, experiencias, trabajos, deudas, familias, coincidimos en un punto y lugar. Les confieso que tuve algunos ataques de ansiedad durante periodos de estrés en el que prefería no usar el transporte público, pero saliendo de mi dolor, para empatizar con las otras realidades me di cuenta que no estaba tan sola, que todos tenemos diferentes situaciones.

En las grandes ciudades la transportación pública es un punto de encuentro que puede causar mucha ansiedad. No te aisles. Observa y encontrarás respuestas al empatizar con la gente que con sus realidades también va en el mismo tren.

Publicado en las Neoyorquinas el 30 de julio 2015

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