Mi hija cumplió 23 meses de vida. Desde hace 15 meses pasamos los días juntas, cuando ella cumplió ocho meses de vida dejé mi trabajo para trasladar (lo que se pudo) a casa. Ahora también coso, diseño y practico con portabebés, ropa de lactancia, maternidad y el arte de la conversación con otras madres que quieren cargar a sus bebés en brazos.

 

Hace 23 meses conocí el rostro de mi hija y ahora parece otra. Recuerdo aquel pequeño bebé que movía su cabeza a todas partes cuando tenía hambre y veo a la niña que a veces duerme sola, estirada sobre mi cama, como flotando sobre las almohadas. La misma niña que brinca en los charcos y elige el dvd de su película favorita los domingos.

 

Ahora con 23 meses puedo sentir mis días ajetreados, al principio me agotaba la negociación, ahora es mi modus vivendi, porque mi hija se rebela al NO de los adultos: "No corras", "ten cuidado, no te asomes por la ventana", "no rayes", "no grites", "no me pegues", "no tires las monedas", así…

 

A sus 23 meses esa pequeña escucha NO y es como si se activara una secuencia de llanto, manoteo, huida, lucha y enfado. Al principio noté que el tiempo pasa veloz si nos están esperando y lento entre el llanto y la tranquilidad. Por ejemplo, en estos 15 días, tuve que posponer dos reuniones de café, una visita al museo y una plática. 

 

A los 23 meses de vida y a mis 30 años de edad, tengo que volver a observar qué y cómo lo digo. Lo primero fue eliminar el NO de mis frases, explicar por qué hay que tener cuidado, ser paciente, respetuoso, humilde y fuerte. Después, descubrir la capacidad elástica del tiempo y usarla a mi favor cuando se trata de pasear en una cuadra por 30 mins, sin necesidad de ir a los juegos donde hay una larga lista de espera en el parque. Y el otro descubrimiento es, lo bueno del NO.

 

Mi hija de 23 meses de edad jamás me regala su aprobación, a veces me descubro cambiando de parecer a la hora de explicarle los beneficios de beber el jugo de naranja y es cuando valoro que diga NO. Por que en realidad, si lo piensan… no es muy sano beber jugo de naranja. A veces el NO se gira y dice "pero que tal si…". Entonces aplico el freno de mano para detenerme y volver a pensar en lo bueno, importante y necesario.

 

El día que mi hija cumplió 23 meses de edad yo estaba en un curso en FONDESO. Aunque avisé que me acompañaría mi hija (y aceptaron a una "mamá autoempleada" por que el curso era para "todo público" que busca "mejorar su negocio")unos 30 minutos después nos pidieron que abandonáramos una sala de conferencias llena de "emprendedores" por que "NO se pueden aceptar niños". Me lo pedía una señora molesta con la audiencia que no recordaba su rfc o curp, personas que no tenían idea en qué emprender o  no querían tomar el curso por que se desanimaron con la actitud de la embajadora de ProEmpleo, que parecía la señora más molesta del mundo. Sólo pude contestar al NO de la instructora con un: "Buena suerte".

 

 

23 meses de ser madre y no hay vacunas contra el miedo, la tristeza ni la melancolía. Busco mi instinto para proteger a mi hija y a mi familia, sin embargo es fácil ahogarlo en la rutina diaria. Entonces busco mi libro favorito, leo en voz alta para mi hija, nos arrullamos y me ahogo en llanto de pensar en todo. Incluso en las negaciones que al negarse a si mismas, afirman y así en  movimiento perpetuo, una escalera eléctrica a cualquier sitio. Por eso le agradezco a mi hija su paciencia con alguien tan acostumbrado a creer que el NO es rechazo, cuando es un escalón. 

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