Hace algunos días desayunando con unas amigas y platicando sobre los hijos, me di cuenta que las madres de nuestra generación tenemos un serio problema con ellos, y es que ahora los jóvenes no nos tratan como sus padres, quieren tratarnos como sus hijos, pues se sienten con la autoridad moral de decirnos lo que debemos hacer, como debemos actuar,  que debemos contestar, que hacer con nuestro dinero, que amistades debemos tener y cuales a su consideración son reprobables para nosotros y para acabarla por ahí escuche una vocecita de alguien que entre dientes menciono que su hija le había dado un golpe, entonces las demás ya sin pena mencionaron que habían vivido situaciones parecidas o que había habido un intento de hacerlo.  Me quede pensando ante tal revelación,  y recordé que cuando yo fui niña, con una simple mirada de mi madre tenía para no seguir dando lata, si yo llegaba a responder junto con el grito de  “cállate porque soy tu madre”  venia una bofetada que mínimo me volteaba la cara cual película del exorcista,  seguido de una amenaza peor que el golpe “Y vas a ver cuando llegue tu padre”.

Estaba en mis recuerdos, cuando entro a la polémica discusión uno de los hijos de las amigas ahí reunidas, casi vociferándole a su madre. –“no es cierto, así no fue, porque él te dijo… y tu respondiste… pero tú tienes la culpa, ya te dije que hables con mi hermano y que no lo trates así”…

Lo viera mi madre, pensé, ya le hubiera metido un pellizco de “pulguita” como les decía, y con voz bajita le hubiera dicho “Esto es platica de gente mayor, no de mocos, vete a ver si ya puso la marrana”  y uno se iba rogando a Dios que se tardara lo mas que pudiera, porque seguramente llegando a la casa las cosas se pondrían color de hormiga, seguramente habría un regaño de esos que tardaban horas  seguido con el de tu papá y con la consecuente amenaza de lo vuelves hacer y te rompo el hocico a cachetadas frente a quien este.

Recuerdo haberme quejado de una mala decisión de mi padre con mi mamá, a lo que ella respondió, sea lo que sea, haga lo que haga, lo respetas porque es tu padre. Y ese era el fin de la discusión.

Ahora nos critican, nos gritan y cuestionan, nos evalúan, y para variar nos exigen que les ayudemos, porque claro es nuestra obligación,  además de recordarnos que ellos no quisieron nacer, que nosotros los trajimos.

Me pregunto en qué momento la educación cambio, acaso cuando validaron los derechos de los niños,  o cuando por sentirnos culpables de dejarlos solos por salir a trabajar y  los llenamos de juguetes y a nada dijimos que no, o fue en el momento en que a alguien se le ocurrió decir que traumábamos  a los niños si les decíamos que no a sus caprichos, que haríamos delincuentes si les negábamos las cosas, que se drogarían si les dábamos un golpe (que a veces creó que es hasta necesario). O tal vez cuando quisimos ser amigos en vez de padres y les dimos el poder para tratarnos como tales.

Ahora platicamos con ellos, tratamos de explicarles por qué no, los dejamos ir a fiestas hasta altas horas de la noche, permitimos la ingesta de alcohol, nos hacemos de la vista gorda cuando llevan al novio o a novia a casa y cierran la puerta, (cuando a ti apenas te permitían salir a platicar con tu novio y casi casi te ponían perchero y si te tardabas más de la cuenta ya te estaban metiendo a gritos).

Les permitimos tener calificaciones bajas, claro los psicólogos dicen que lo que cuenta no es la calificación sino que aprendan (cuando a mi me repetían que tenía que ser la mejor, pues mi única obligación era la de estudiar) les permitimos tener su cuarto hecho un desorden, ah porque además se dan el lujo de decirte que es su espacio y casi te prohíben la entrada. Yo tenía que recoger mi cuarto mas ayudar a mi madre en los quehaceres de la casa, lavar los trastes  y todo lo que se le ocurriera para poder salir a jugar. Y si estaba de mal humor se daba el lujo de revisar cada cosa que hacía para darle el visto bueno.

Les permitimos ir a las fiestas, al antro, de vacaciones con los amigos, les damos dinero, les compramos ropa que por cierto no cualquier ropa, tiene que estar de moda y todo es gratuito porque no exigimos nada a cambio, pobrecitos se vayan a traumar.

Y si bien nos va, un día se casan y se van,  pero si necesitan tu ayuda, ya sea que no les alcanzó la quincena, o hay que dejar los niños con alguien de confianza, o “mamá ven porque me dolió la pestaña”. Debemos estar disponibles de lo contrario seremos malas madres. Y bueno eso es si bien nos va, porque de lo contrario se instalan en tu casa con todo y pareja, ahora no solo tienes que mantener y aguantar a uno sino a dos y los que vengan y si les exiges se ponen dignos y se enojan contigo tachándote de la peor de todas las madres del mundo y del universo. Y qué me dices cuando se pasan los años y tus hijos no se casan, trayendo a casa amigos, parejas, viviendo la vida loca, dejando tu casa de cabeza, donde por supuesto si reclamas , exiges o niegas,  vuelve aparecer  el sustantivo de MALA MADRE.

Y así podría enumerar miles de cosas que han cambiado, yo creo que es por ser tan consecuentes, por no saber poner límites, por no saber dar tiempo de calidad aunque no pueda ser de cantidad, porque nos envolvemos en nuestro mundo, porque la tecnología está acabando con la comunicación, porque...

Que caray, después de que terminó la reunión y de escribir esto,  he decidido para bien o para mal. SER UNA MALA MADRE ¡!!

  

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