Información, desinformación y mala información sobre la Trata de Personas

Las noticias que se generan cada día sobre Trata de Personas llenan cada vez más espacios, y en la misma medida, aumenta el número de personas ‘expertas’ que escriben, opinan, disertan y dictaminan. La cantidad aumenta, pero en dirección inversamente proporcional a la calidad, la veracidad y el respeto.

 

¿Por qué es tan importante el papel de los medios de comunicación al abordar el fenómeno de Trata de Personas? La respuesta es muy sencilla: nos encontramos frente a un fenómeno donde lo que subyace es una reiterada violación de los Derechos Humanos de quienes son víctimas de este delito, más allá de las ganancias económicas que genera a los delincuentes.  

 

En el mejor de los casos, de las noticias a las que la sociedad tenemos acceso a través de notas periodísticas y reportajes, obtenemos mala información: sin que la persona responsable de elaborar la nota o reportaje investigue y se documente lo suficiente se utiliza, de manera indiscriminada, los términos de tratante, padrote y proxeneta como sinónimos; misma suerte corre la expresión de prostitución infantil cuando lo que en realidad existe es una explotación sexual infantil. Más aún: se igualan las expresiones trata y explotación, y en muchos casos, incluso se llega a utilizar como sinónimo las acepciones trata y prostitución

 

Pero también somos presa fácil de la desinformación. Por lo que se refiere a las cifras, aún cuando la realidad es que en nuestro país no existe un solo diagnóstico actualizado que proporcione claridad respecto al número real de víctimas de los distintos fines de trata de personas, se hace alusión a reportes que tienen una antigüedad de cinco años o más, sin la respectiva aclaración de la fecha de elaboración y en algunos casos, ni siquiera se cita la fuente. Así, por ejemplo, hoy nos levantamos con la noticia de que tal entidad federativa es la que, a nivel nacional, ostenta el tercer lugar en índice de trata de personas, y vemos cómo se replica esa noticia en todas las formas posibles: radio, televisión, periódico, redes sociales; al tiempo que las personas ‘expertas’ en el tema hacen declaraciones muy puntuales sobre lo que sucede en esa entidad… sin que nadie aclare de dónde y a través de qué ente oficial se obtuvo la información que permitió llegar a la conclusión de ese posicionamiento en la lista nacional, y tampoco se especifica si el ocupar ese tercer lugar implica la materialización de todas las finalidades de la trata de personas o sólo unas cuantas…

 

Estamos llegando a un punto en el que podría resumirse que, a ojos de esas personas ‘expertas’ y según lo que obtenemos de los medios de información, todo es trata; cuando la realidad es que muy poca de la información que llega a nuestras manos, ojos y oídos, aborda seria y profesionalmente el tema. Y, por si todo esto fuera insuficiente, la mayoría de los medios informativos hace uso de imágenes que invitan no a la reflexión sobre la reiterada violación de Derechos Humanos que padece una víctima de trata de personas, al contrario: incitan a la objetivización del cuerpo femenino, al reforzamiento de estereotipos… imágenes que revictimizan a las mujeres que, habiendo sido aparentemente rescatadas en un operativo (suponiendo que todas las mujeres ahí presentes estuvieran trabajando en un table dance contra su voluntad), son montadas a camionetas pick up como se acostumbra montar objetos y animales en los ranchos, sin que se respete ni proteja su identidad y dignidad. 

 

El fenómeno de trata de personas es complejo y diverso; las modalidades de la trata de personas no se limita exclusivamente a la explotación sexual, que hoy por hoy tenemos tan visibilizada en los medios de comunicación; y son muchos los factores que interactúan en la comisión de este delito: debemos de estudiar y hablar no sólo sobre condiciones de vulnerabilidad, o cuestiones de leyes y aplicación de las mismas.

 

Lo aceptemos o no, la trata de personas nos afecta a toda la sociedad, aún cuando hoy no veamos las consecuencias reflejadas en nuestra vida diaria; lo que nos debiera empujar no sólo a preocuparnos, sino ocuparnos; y la mejor manera de empezar a ocuparnos, es informarnos. Pero esta decisión conlleva una serie de acciones que pareciera se tratan de evadir a toda costa, pues no basta con ser meros receptáculos de información: lo que leemos y escuchamos se debe procesar, desmenuzar, cuestionar, analizar, y entonces actuar y opinar en consecuencia.

 

De otra forma, que no nos sorprenda que nuestros gobernantes sigan llenando espacios informativos donde lo que se ‘informa’ es que reiteran su disposición o que se comprometen a combatir la trata de personas… como si no tuvieran la obligación constitucional de hacerlo, contraída desde el primer minuto en que asumieron el mando. ‘Información’ que, alegre y dócilmente, aceptamos y recibimos en forma de decenas de titulares en torno a tan singular ‘noticia’.

 

Tenemos la obligación ciudadana de exigir una información a la altura de la ciudadanía que decimos ser… tenemos la obligación ciudadana de esforzarnos más por nuestra sociedad. 

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