A veces, y solo a veces, prefiero un dildo/vibrador/consolador o cualquier denominación que reciba este mejor amigo de la mujer, (los perros sirven, pero no para todas las cosas), los bienamados juguetitos no avientan frases hechas como el mecánicamente aprendido "te gustó", y tampoco emiten un sonoro ronquido al término de la acción.

 
Y es que algunos muchos días los prefiero por encima de cualquier carnal, no tienen la habilidad de romperte el corazón y en tanto tengan pilas cargadas pueden proveer en  segundos de alegría y felicidad de manera casi instantánea.
 
Fuera de romanticismos y convencionalismos sociales un juguetito para adultas evita que se caigan en los errores más comunes, citaré algunos por acá a reserva de parecer cínica: "tenía calor", "se me hizo fácil", "estaba ahí y aproveché" y otras chuladas como las de reciclar ex novios o darse al mejor amigo en turno.
 
Además, los vibradores jamás dirán "te juro que solo es una amiga", mucho menos te buscarán a deshoras para decirte un famélico y poco entendible "te amo", ellos solo proveen de alegría con solo encender un botón y al concluir se apagan y se olvidan.
 
Tampoco hacen falsas promesas y siempre siempre cumplen con las expectativas, al menos las que dicen en su caja: 15 años de garantía, mil velocidades y 40 mil intensidades, ¿qué más se quiere?
 
Al  menos en el caso de la garantía existe una dirección exacta y un horario de atención en la que se puede hacer un reclamo; así, ni modo que en total estado etílico durante una mitad de la noche se largue una a llorar y a rogar con la lengua enredada a la fábrica de consoladores.
 
Ademas, los hay tan variados como cada una de las mujeres que viven dentro de una cada día y existen disponibles desde los tiernos patitos rozados con collarcito de estoperol, hasta aquellos cuyas venas te parecen más parecidas a los chocopopotes ochenteros de colores.
 
Existen los de doble o triple función, o usted querida lectora desmientame si no, pero ¿acaso no sus necesidades fisiológicas cambian cada día y en un rato se sienten unas perversas amazonas para segundos después comportarse como unas finas damas recatadas pero muy calientes?, así también con los diversos modelos de esos bonitos juguetes.
 
Si, evidentemente no proveen del abracito amelcochado y feliz de las primeras veces que sales con alguien,  pero bueno, hay momentos de la vida en los que se busca placer pero no amor, satisfacción pero no emoción,  goce pero no compañía.
 
Por eso y porque se me haría una carajada utilizar a las personas sin su previo consentimiento para fines particulares y meramente fisiológicos, la opción de contar con un amante electrónico me parece de lo más sano posible.
A diferencia de los amigos de carne, los de plástico o silicón hipoalergénico siempre están ahí, ya sea entre la ropa interior, o escondidos en el altero de los edredones y cobijas de invierno, no se les tiene que buscar con tiento, ni que rogar a discreción, ellos siempre están dispuestos y mientras las baterías no falten te serán fieles, literal, hasta el cansancio.
 
A un vibrador no se le engaña, ni se le tienen que inventar retahílas amieladas para lograr tus sucios objetivos, tampoco les importa si los haces sentir "como un vil pedazo de carne", ellos están para lo que están sin importar si son las cuatro de la mañana.
 
Los consoladores son más bien la bonita posibilidad de proveerse un poco de amor propio, de extender el placer individual a límites inimaginables, de llegar tan rápido o tan lento de acuerdo con las necesidades, de conocer y percibir  cada punto exacto en el que el corazón y la mente se unen por alrededor de ocho segundos en promedio.
 
Entonces, a veces y solo a veces, cuando se tiene muy dañado el corazón, o bien, en los días en los que simplemente una no se quiere compartir con nadie están esos guerreros que libran las batallas del cuerpo sin dañar, como una mera desintoxicación fluida y sin consecuencias.

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