A mi lo que me da miedo es que se me acaben los amores, que se vayan lejos como la quincena, que se terminen tan rápido como un Buchanans con patrocinio,  que desaparezcan como el último cigarro en la reunión con los amigos.

Me aterra la idea de no poder terminar la historia como las que  leía en silencio afectada por el bullyng en las cuatro paredes de aquella biblioteca llena de libros y de monjas.

Que se vaya por el caño como las miles de células muertas que nos abandonan cada día sin siquiera decir adiós,  que pase tan rápido como el microbus que esperas por extensos minutos  y de pronto toma el segundo carril tan rápido que no alcanzas a hacerle la parada.

Me da miedo que la espera sea tan tortuosa como las horas sentada en una sala de hospital público y que a la llegada de tu turno en lugar de una incapacidad te den una aspirina y un regaño.

La idea de no tener la guía de usuario en las manos y buscar en el apéndice las instrucciones para vivir sin expectativas afecta cada letra que aún no he escrito.

Me mina la moral saber que imagino historias llenas de puntos suspensivos, que vivo cada minuto con las esperanzas recién paridas a punto de morir, que las certezas son solo aquellas que dictan la hora en la que sonará el despertador anunciando otro día lleno de monotonías y viajes en el metro de ida y vuelta,  siempre al mismo lugar.

No saber los terrenos que piso me pone tan alerta como cuando suena la advertencia de un sismo y no tiembla,  porque de pronto una se cansa de andar por todos los caminos sin jamás llegar a algún destino.

Ya no soy tan temeraria como antes, cuando despertaba en lugares y con gentes desconocidas,  porque ya los años me dicen que los tiempos de jugar a la heroína liberada se han terminado y he de buscar un puerto y una cama segura en la cual encallar mi alma cada vez más cansada.

Y las promesas ya me suenan a ecos llenos de vacíos y ya no me acostumbro a las palabras a futuro,  ni a dejarme la vida a merced de un cuento de hadas porque ya con tantos kilómetros recorridos prefiero las historias previsibles.

Y es verdad que con cada vuelta al sol una se vuelve mas reacia y desconfiada, y se alica a la.menor provocacción alguno de los dichos de las sabias abuelas que decían que una ya no se cuece al primer hervor o aquel de la burra que no era arisca y que la hicieron a palos.

Y dejas de gritar a los cuatro vientos tu situación sentimental,  por esa bonita costumbre de no saber cuánto durará el revuelo hormonal, ese cocktail emocional que los románticos se empeñan en llamar amor.

Tampoco es que una ofrezca certezas o que emita juramentos estilo Romeo y Julieta, a cambio solo ofreces fidelidades,  palabras de cama y un abrigo que cobije una soledad compartida. 

Evidentemente tampoco tengo idea de lo que realmente espero de la vida y cada uno de sus reveses, solo se que no quiero tener miedo de mis palabras,  ni de mis letras, ni de mis propios temores.

Twitter: @miss__ovarios
http://mariangel-elovario.blogspot.mx/

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