Busco y rebusco en mi loca cabeza un tema que desarrollar para presentar ante el taller de  creación literaria (¿será que se llama así?) que empieza mañana y nada, nada y… ¡simplemente nada!

¡Me parece que estoy logrando  el estado meditativo que tanto he buscado!  Ese famoso momento, que mis maestros se han afanado en que consiga para poder llegar a ciertos estados iluminados  de conciencia, o al menos para aquietar mi ser: poner la mente en blanco y vaciarla de pensamientos. ¡Así merito estoy: con la mente en blanco y sin ningún tipo de pensamiento en mi cabezota! Creo que todos mis gurús estarían encantados de ver que por fin lo he logrado

¡Yisuscraist! ¡Este no es el momento de que me hagas esta gracejada! le grito a esta loca cosa que tengo encima de los hombros.

¿Que hago? ¿Qué hago? ¿De qué diantres escribo?

¡Aghhh! Tengo un nudo en la boca del estomago, como un puño que me aprieta por adentro y me deja sin aire; tal como cuando iba a presentar un examen, cualquier examen, de lo que fuera o de lo que me parecía que pudiera ser algo en lo que me iban a calificar, ¡Me relleva!

¡Ahhh, pero cómo! ¡¿Cómo que te sientes en un examen?! ¡Si te encanta escribir y es el espacio en el que mejor te expresas! Es el oficio que te permite decirte con modos y formas que no tienes cuando hablas, es cuando puedes dejar salir tu expresión y  tus sentires. Si es escribiendo cuando el tiempo se vuelve tu cómplice y puedes detenerlo hasta encontrar la palabra que te dice, si es ahí cuando puedes acomodar lo que sientes y lo que piensas, cuando las cosas que traes en la cabeza y el corazón se van armando, tomando forma poco a poco y  sin prisa. Es cuando todo se vuelve diáfano y transparente, cuando la congruencia y la suavidad te van habitando. 

¿Será por eso que no lo haces en público? ¿Será que crees que estás pasando un examen? ¿Quién diantres te dijo que tienes que escribir cosas importantes? ¿De donde sacaste  tú que sólo puedes escribir cosas “trascendentes” para que valga la pena el leerte? 

¿Qué no es esta la razón por la que estuviste buscando algo que te librara de este puño que te tiene asidas las entrañas y no te suelta? ¿No es por eso que decidiste entrar al taller? Para que pudieras solamente escribir… sólo escribir: lo que te habita, lo que miras, lo que está ahí y lo que no está, lo que te importa y lo que no, lo que te duele, lo que te ríe, lo que lloras, lo que recuerdas… lo que has sido y lo que serás.  

¿No es para olvidar que no estás ya en una competencia? Que no tienes que escribir de forma primorosa y perfecta. Que sólo quieres desplegar alas y volar, dejando estela de palabras.

Pues empieza, ¡empieza ahora! 

… diciendo nada…