Suele suceder que cuando comparto o platico con alguien sobre casos de violencia hacia las mujeres, no falta quien se atreva a pronunciar las temibles palabras “pues es que hasta parece que así les gusta, ya ves, siempre regresan con el esposo golpeador”. Bueno, inclusive hace unos meses, el presidente de la Comisión de Derechos Humanos, Equidad y Género del Congreso del Estado de San Luis Potosí, Miguel Maza,  dijo en una entrevista que “cuando una señora se ve violentada por su esposo o hijos y no dice nada lo está permitiendo, y al principio son malas palabras y alzadas de voz o un golpe, pero eso va incrementando y si no se pone un alto puede continuar, lo que debe es presentar una denuncia antes de llegar a consecuencias fatales” (30 de Junio, 2014) y aunque al día siguiente dijo que se habían malinterpretado sus declaraciones, ahí está presente una vez más el “si lo permite, es porque le gusta” que  pareciera que traemos incrustado en el ADN. Esa frase, he de ser honesta, me revienta los ovarios, me refleja tanto de la persona que la dice, pero también, es un perfecto termómetro de cómo hasta el día de hoy, en pleno 2014, aunque tengamos miles de leyes y convenios encaminados a lograr una igualdad entre hombres y mujeres, aún no hemos podido modificar y erradicar esas construcciones socioculturales de género que llevan hasta esa lógica tan superficial y me atrevo a decir, machista.

Pero bueno, también hay que entender como hemos ido construyendo socialmente estas violencias hacia las mujeres, hasta hace unos años, éste tipo de  violencia se consideraba de carácter privado, es decir que era un asunto personal y se tenía que resolver en el contexto familiar, “de la puerta hacia adentro” y nadie tenía porqué meterse…finalmente, él era el hombre y ella era “SU” mujer, incluso, cuando se casaban pro el civil, hacían lectura de la terrible y espantosisimamente misógina “epístola de Melchor Ocampo” donde se legitimaba y privilegiaba el uso de la fuerza por parte del varón, adoptándose como algo normal, y por supuesto, él es violento porque la mujer lo provoca, si, así dice: …”la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de sí mismo propia de su carácter... Con estos antecedentes, se entiende que ni el gobierno u otras instituciones intervenían en la violencia en los hogares. Debido a estos patrones culturales, cuando la mujer vive una situación en la que por diversas razones, puede estar  inmersa, sin saberlo, en un  círculo de  violencia, donde, insisto, por estas construcciones culturales, se le ha hecho creer que la conducta de su pareja depende de su propio comportamiento, se siente responsable e intenta una y otra vez cambiar las conductas del maltratador (o maltratadora). Sin embargo, cuando observa que sus expectativas fracasan de forma reiterada, desarrolla sentimientos de culpa y vergüenza. Además, se siente mal por no ser capaz de romper con la relación y por las conductas que ella realiza para evitar la violencia: mentir, encubrir al agresor(a), soportar violaciones sexuales dentro del matrimonio, no detener el maltrato al que sus hijos(as), pudiesen ser sujetos(as), etc.

Desde hace varios años, la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV) estableció en nuestro país, las bases para la coordinación entre la federación, las entidades federativas y los municipios, para garantizar el acceso a una vida libre de violencia y la necesidad básica de un Sistema Estatal para la Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, el cual, se supone, debe trabajar por la unión de esfuerzos, instrumentos, políticas, servicios y acciones interinstitucionales para la prevención, atención, sanción y erradicación de la violencia contra las mujeres. En San  Luis Potosí nos falta MUCHO  por hacer, sin embargo, en este tema específico, les cuento que hace unos meses, el diputado Filemón Hilario Flores, a través de su asesor Jorge Escudero Villa, hizo favor de invitarme a la elaboración de una Iniciativa para reformar el Código Penal del Estado, con la finalidad de  reforzar la impartición de justicia para las víctimas de violencia familiar, poniendo un candado en la posibilidad de otorgar del “perdón” al agresor a través de un acompañamiento psicológico y que exista la certeza de que dicha decisión sea libre y no cobijada por estas construcciones de género y el miedo al agresor o agresora, disminuyendo el riesgo de que el perdón sea proporcionado de manera coaccionada. Es por esto, que esta iniciativa brindaría las bases para brindar las herramientas a las mujeres para salir del círculo de la violencia y así, no seguir prejuzgando ni revictimizando a las mujeres que decidan, hacer uso de los instrumentos legales para su protección y que como sociedad entendamos los motivos que tienen de no hacerlo.  

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